martes, 11 de abril de 2023

12/04/2023

A menudo y de forma extraña, percibimos que la naturaleza efímera y perecedera de todas las cosas es innegable. Nos sumergimos en la vorágine del fluir constante de la vida. Nos dejamos llevar por la corriente impetuosa del presente, como si fueran las olas embravecidas de un océano eterno. Nos arrojamos al caos y encontramos la belleza en la desordenada danza de lo efímero. La fugacidad de la vida se vuelve entonces una invitación a vivir con una intensidad desbordante, a saborear cada instante con avidez. Nos lanzamos a la búsqueda de experiencias y emociones que nos hagan sentir vivos, que nos arranquen de la monotonía de lo cotidiano y nos sumerjan en el torrente inagotable de la existencia. En esa búsqueda frenética, descubrimos que la verdadera sabiduría se encuentra en la inmediatez del momento presente, en la conexión visceral con el fluir de la vida. Aprendemos a apreciar la belleza en lo caótico, a encontrar la plenitud en la impermanencia, a bailar con la fugacidad de todas las cosas.

El equilibrio mental y físico, un desafío que te hace cuestionar hasta la misma naturaleza. El ser humano, en su búsqueda de sentido en este absurdo mundo, se retuerce en su lucha eterna por escapar del sufrimiento o encontrar alguna pista de esa ansiada felicidad. Nos preguntamos si hay algún  propósito, si hay algo más allá de esta vida, mientras nos emborrachamos y nos inspiramos en los filósofos existenciales que gritan en nuestras cabezas. Puta sabiduría de mierda. ¿Continuar? ¿Desbloquear el mundo con palabras simples? ¡Vete a la mierda! La vida es un puto caos, una maldita crisis existencial constante. ¿Qué carajo importa si evocas palabras simples o si tu mente está fascinada por la libertad? El mundo se revela y te arrolla, te abofetea en la cara y te jode sin pedir permiso. No hay respuestas, solo más preguntas. La naturaleza de la vida es un enigma y la sabiduría es solo una  ilusión a la que nos aferramos para no enloquecer en este caos.
Estimo que he encendido el  fuego de la comprensión de vez en cuando. A veces me encontraba hundido en el laberinto de mi imaginación, con la llama ardiente y subliminal de las prácticas más solemnes abrazándome con su ardor. Pero, ¿qué significa todo esto? ¿En medio de qué caos y soledad escribo mis últimas palabras? La vida es un torbellino de locura y desesperación, una búsqueda constante de significado en un mundo que parece una  pesadilla. Pero aún así, encuentro belleza en la intensidad de la experiencia humana, en las llamas que arden en mi interior mientras atravieso este camino incierto. Puedo vislumbrar una  luz candente que me envuelve y llena. Me sumerge y me despoja, me jodidamente tienta y me desnuda, y sigue allí, instantes tras instantes, en constante evolución y transcendencia, mostrándome sus formas ilimitadas y reveladoras. Estoy rodeado de figuras geométricas y dioses, inmerso en un tumulto de formas oscuras y divinidades. Pero nadie puede arrancarme de mi esencia, salvo dejar todo escrito por última vez. La vida se despliega ante mí como una borrachera, una jodida danza desesperada en la que me sumerjo con avidez. Los recuerdos se mezclan con los sueños, las esperanzas se entrelazan con las decepciones. Me siento abrumado por la inmensidad del caos y la belleza que me rodea. Pero a pesar de todo, sigo adelante, aferrándome a mi existencia con uñas y dientes. Escribo estas palabras en medio de la maldita desesperación, en busca de respuestas que tal vez nunca encuentre. Pero aun así, no puedo evitar sentir la embriaguez de la vida, la urgencia de dejar mi huella en este mundo antes de que todo llegue a su fin.




jueves, 30 de marzo de 2023

 XI


Sobre las alturas de tu pecho, enhebro mi patria Lejos de las llanuras y los mares Lejos de las montañas y las nubes A través del mar azul navego los confines Y en mis suspiros, vuelan cenizas Desgarradas por la crueldad de mi forma.

Descendí por el talud en los comienzos del cosmos Y mis ojos resplandecieron y me sumieron En sueños salvajes e irracionales; escuché El andar de tu holladura desde el exterior. En el vaho tenue del patio de tu casa Más hermoso que la ciudad de David.

Nunca me pregunté por dónde vagué Y el rayo de mercurio atravesó mi alma Sumiéndome en dulces sueños Yo dormía, dormía Y tú observabas el vaivén repentino Donde evocaba vivencias antiguas y olvidadas.

Sediento de las fuentes del Olimpo Vi imperios majestuosos, Derrumbarse por sus reyes enloquecidos Arquitecturas bellas erguidas con nobleza Resquebrajarse cuando se rompía el mundo Jardines soleados florecían para caer marchitos.

En aquel profundo sueño, vi mi rostro Y no encontré a ningún mortal. Pero mi inquietud navegó más allá en la barca De las leyes que sujetan mi memoria. Quien perdió lo que yo perdí En parte alguna se detiene.

Mortal, efímero... Si lees esto, guarda en ti lo que cuento. Piensa una mañana en lo que he sido, Avivaré el fuego que mantenía encendida Mi espíritu y me esforzaré por Recordar los eones de tu cuerpo.



martes, 28 de marzo de 2023

Los días se sucedían unos tras otros, en un torbellino de alcohol y juventud desenfrenada que me llevaba de un lado a otro sin control. Pero ahora, en el resaca eterna que me consumía, el delirium tremens se apoderaba de mí, sacudiéndome con temblores y sudores fríos, mientras las visiones más extrañas y terroríficas se desplegaban ante mis ojos.

La noche se desplegaba sobre la ciudad y yo estaba solo en mi habitación, rodeado de sábanas sucias y recuerdos amargos que me perseguían sin piedad. La sensación de tener miles de insectos recorriendo mi piel me invadía, deshaciendo mi cuerpo en pedazos que se desvanecían en el aire. Todo por culpa de ella, la mujer que había sido mi gran amor y que ahora me había dejado solo en la oscuridad.

Recordaba con amargura esa última noche juntos, cuando ella me había dado la espalda y me había dejado con el corazón destrozado. Sus palabras resonaban en mi cabeza como un martillo implacable, mientras yo me retorcía de dolor y de tristeza. Había intentado aferrarme a ella, suplicarle que se quedara, pero ella había sido inmisericorde en su decisión. Me había dejado allí, abandonado en mi propia locura.

Y ahora, con el delirium tremens haciendo estragos en mi mente y mi cuerpo, me preguntaba si alguna vez volvería a ser yo mismo. Si alguna vez volvería a experimentar el verdadero amor o si estaba destinado a esta condena eterna. Me sentía como un animal acorralado, perseguido por el mundo entero. Pero a pesar de todo, no podía dejar de pensar en ella. En sus ojos oscuros, su sonrisa, su risa, su cabello negro como el ébano. Aunque sabía que no volvería, seguía aferrándome a la ilusión de que algún día regresaría y todo volvería a ser como antes.

Pero sabía que nada volvería a ser como antes. Que ella había sido mi gran amor pero también mi perdición. Que nunca podría olvidarla, pero que tampoco podría volver a estar con ella. Y mientras me sumergía cada vez más en mi delirio, me di cuenta de que tal vez esto era lo que merecía. Que tal vez esta era mi penitencia por haberla perdido. Por no haber sabido amarla como debía. Por haberla dejado escapar.

sábado, 2 de julio de 2022

02/07/2022



A las cuatro de la mañana, en las calles bulliciosas cerca del puente, me adentro en los oscuros y densos valles en busca de los secretos que yacen ocultos en toda materia, para plasmar en la tinta los textos que ningún mortal ha osado a pisar aún. Escribir, oh, el acto supremo que me ha poseído desde que tengo memoria, aquella experiencia que me fundía en éxtasis y hacía danzar mi imaginación y mi resistencia física y espiritual. Cada palabra es un universo donde se despliega la eternidad. Cada palabra es sagrada, escrita con una íntima sonoridad y una fluidez imperceptible, que brota de la más profunda caverna de la imaginación. ¿Cómo podría describir con palabras lo que son las palabras? Sólo aquellos mentes fascinadas por la irrealidad, los amantes de las fatalidades cósmicas y los espejismos pueden comprenderlo. Y en medio de todo este caos, he perdido la noción de mi cuerpo y me he lanzado al infinito, sin saber que me alejo de este mundo y de ella por quien escribo estas líneas. Nadie, excepto yo, puede entender la melodía interior que late en mi alma, y nadie puede arrebatármela, a menos que esté dispuesto a aventurarse en lo desconocido y a deleitarse en las irrealidades de este mundo.

Las únicas almas capaces de sobrellevar la irrealidad del universo son las que han sentido el amor con una intensidad febril e incomparable. Al no caer presas del imperialismo cósmico, ninguna frontera puede detener la ruptura del propio mundo del yo. El individuo se entrega a un egoísmo absoluto, anhela la exclusividad del universo, quiere ser el único. No es por vanidad, sino por una voluntad suprema. Quiere desaparecer, fundirse, porque se ha vuelto loco. No ve otra salida para escapar de la irrealidad de las condiciones limitantes de este mundo.

Mi voluntad suprema, persistente e íntima, me consume y me vacía. Quiero vivir solo para estos momentos en que siento toda la existencia en la palma de mi mano, como una virtud. Mi pasado, mis futuras vidas, todas las lágrimas y presentimientos de felicidad convergen en una petrificación que me ata a una fatalidad cósmica, para arrojarme a un espacio sin espejismos, sin ilusiones ni sueños, sin el hechizo irresistible de su cuerpo. Nadie puede sentir lo que siento. Debo confesar que la amo. Que me cautiva y me enloquece. Sus pequeños y misteriosos ojos me intrigan, deshacen mi sustancialidad que me daba prominencia y sentido a mí mismo. Me hace temblar, me hace sentir abandonado cuando no está.



Carta de despedida de Henry Miller a Anaïs Nin

 Mi querida Anaïs:

¿Qué son las despedidas si no saludos disfrazados de tristeza? Lo mismo que el deseo y el placer de verte mientras te desnudas y te envuelves en las sábanas. Nunca has sido mía. Nunca pude poseerte y amarte. Nunca me amaste o me amaste demasiado o me admiraste como la niña que toma una lente y se pone a ver cómo marchan las hormigas y cómo, en un esfuerzo incasable y lleno de fatiga, cargan enormes migajas de pan. Qué son aquellas noches lluviosas en medio de la cama de un hotel. Qué el recuerdo de nuestros pasos por la calle, en el teatro o en la sala de conciertos. Qué son los recuerdos de los celos y de tus amantes y de June y de mis amantes.

Anaïs, no creo que nadie haya sido tan feliz como lo fuimos nosotros. No creo que exista en la historia del hombre y de la mujer un hombre y una mujer como tú y como yo, con nuestra historia, nuestras circunstancias; con aquello que se desbordaba en las paredes, el ruido de la calle y la explosión de tu mirada inquieta de ojos delineados en negro; con la sinceridad de tu cuerpo frágil y tu secreto agresivo e insaciable. El recuerdo puede ser cruel cuando estás volando febrilmente a tu próximo destino, a otros brazos que te reciban expectantes y hambrientos. El recuerdo de tu diario rojo que tirabas en la humedad de la cama entre tus labios entreabiertos y mis ganas de desearte. Te deseo. Te deseo con la desesperación y el anhelo de lo imposible y ya te has ido y tal vez, en un sueño imaginativo y romántico, leerás estas palabras una y otra vez, en medio de mi ciudad con la gente pasando en medio de las calles y la sorpresa en tus ojos y la gran dama con el fuego en la mano derecha.

Mi querida Anaïs, ma petite, ma jolie, infanta inquieta de sal nocturna. Te extraño cuando huyes de madrugada y te extraño cuando camino y me tomo un café en la calle; te extraño cuando June se acerca cariñosa y cuando paso por los grandes aparadores. Te extraño casi a todas horas: cuando escribo, cuando te pienso, cuando escucho las campanas que me anuncian que ya son las tres, cuando me acuerdo de las horas interminables entre humo y whisky, cuando tengo una comida que dura toda la tarde, también cuando me despido de ti cada día a la misma hora, cuando como en aquel lugar donde nos dio el aire y cuando escucho la radio. Adiós, Anaïs, adiós. Ya nos encontraremos en otras vidas y en otras vidas podré poseerte y quedarme contigo para siempre. Ya te veré en medio de la nieve y entre libros y vino. Adiós.

Henry






sábado, 25 de junio de 2022

25/06/2022

Ahora has tomado uno de los dos caminos y lo has hecho con fervor. Pero en dos o tres décadas, no tendré lugar en tus recuerdos. Desvanecido de tus pensamientos, habré sido borrado por completo. La verdad se hará evidente cuando te mires severamente a ti misma en el espejo esa noche. Desapareceré para siempre.

Hoy es un día sombrío. Me desperté abruptamente de un sueño profundo en alguna parte de Orión. Perteneciendo a la asociación de psiconautas del cosmos, soy un navegante consumado. ¿El maestro? Yo. ¿El aprendiz? También yo. Hace 29 años, no había tanta tecnología para buscar información, y ahora todo está condensado en un reloj, un calendario, un escritorio, etc. Antes podías mirar a la pared y ver la fecha y hora. Ya no es así. Pronto, nuestras manos y pies desaparecerán. Nuestra mente y nuestra voluntad también desaparecerán.

Me senté en aquella mesita y observé la oscura y solitaria esquina del rincón. Había algo para beber, y lo hice. Luego recordé que tenía que recoger el paquete de Ayacucho: un hermoso kit de autocultivo de enteógenos. No sabía cómo manejar el asunto, así que me vestí y salí a la calle. Pronto estaba atrapado en medio de todo ese aburrido tráfico de la carretera y me dije a mí mismo: Tienes que usar los enteógenos para escribir. ¿Alguna vez has escrito algo que valga la pena ser leído? Pronto estarás muerto, muerto en la calle si no escribes algo. Muerto en la calle, y nadie te extrañará. Todos esos pensamientos desaparecieron después de 20 segundos.

Regresé a casa y abrí la caja según las instrucciones. Era un frasco de plástico y algunas otras cosas. Dios mío, esto es una aventura para mí. Como la vez que probé la Ayahuasca. Me imaginé a esos poetas que bebían y vivían vidas miserables antes de tener esas experiencias místicas. Porque creían que los acercaba más a Dios. Porque representaba el primer paso para abrir las puertas de la percepción. ¡Pase adelante, caballero! Porque ha traído la llave contigo; estás seguro... Pero eso no era verdad, todo es más sencillo en realidad. En algún momento lo explicaré.

Era un día nublado cuando terminé todo lo necesario para el micelio y tenía muchas ganas de escribir. Escribía para mí y es la primera vez que publico una página de mi diario. No estoy seguro de ser un buen escritor, pero estoy seguro de ser una mala persona. Nunca me esforcé por ser un buen ciudadano ni por cumplir mis deberes cívicos. Nunca me importó el gobierno ni los hombres, nunca tuve nada que ver con los principios que rigen esta crujiente avalancha humana. Pero me interesaba aprender sobre escribir y sobre la vida de otros escritores. ¿De qué otra cosa podría interesarme?  No me interesa responder a esa pregunta, soy un mal ciudadano y no tengo que dar explicaciones. En cambio, lo que realmente me inquieta es esa sensación de tristeza y melancolía que me envuelve en este momento. Me siento atrapado en un vendaval de la niebla de las vías de la vida, como si mi existencia estuviera suspendida en un gancho.

Mis pensamientos vagan hacia ella, hacia todo lo que sentí en aquellos momentos efímeros de pasión y amor. Me veo ahora tumbado en una cama chirriante, rodeado de viejos manuscritos y con el pelo grasiento y desordenado. Es como si todo hubiera perdido su magia para siempre, como si la gota de rocío se hubiera convertido en barro.

Pero sé que esto es la fuente universal del todo, la verdad absoluta llena de sabiduría: todo tiene que acabar, incluso las cosas bellas de la vida. Es como ser una gota de rocío: podemos tener suerte y no disolvernos, pero tarde o temprano sucederá y no podremos hacer nada al respecto.

A pesar de todo, sigo esperando una llamada, algo que me saque de este abismo de tristeza y soledad. Pero sé que tengo que levantarme temprano, alimentarme bien, acariciar a mi gato y no perderme. Esto es un viaje, y debemos aprender a relajarnos y aceptar que todo termina.

En este momento, me siento cansado y agotado de todo esto. Me gustaría dormir una vez más con ella hasta el medio día, pero temo que todo ha terminado. Algo oscuro me acecha, y tengo que luchar contra ello día tras día. Pero sé que puedo cambiar en este instante, que puedo aceptar lo que vendrá y aprender a relajarme en el camino.



12/04/2023 A menudo y de forma extraña, percibimos que la naturaleza efímera y perecedera de todas las cosas es innegable. Nos sumergimos en...