martes, 28 de marzo de 2023

Los días se sucedían unos tras otros, en un torbellino de alcohol y juventud desenfrenada que me llevaba de un lado a otro sin control. Pero ahora, en el resaca eterna que me consumía, el delirium tremens se apoderaba de mí, sacudiéndome con temblores y sudores fríos, mientras las visiones más extrañas y terroríficas se desplegaban ante mis ojos.

La noche se desplegaba sobre la ciudad y yo estaba solo en mi habitación, rodeado de sábanas sucias y recuerdos amargos que me perseguían sin piedad. La sensación de tener miles de insectos recorriendo mi piel me invadía, deshaciendo mi cuerpo en pedazos que se desvanecían en el aire. Todo por culpa de ella, la mujer que había sido mi gran amor y que ahora me había dejado solo en la oscuridad.

Recordaba con amargura esa última noche juntos, cuando ella me había dado la espalda y me había dejado con el corazón destrozado. Sus palabras resonaban en mi cabeza como un martillo implacable, mientras yo me retorcía de dolor y de tristeza. Había intentado aferrarme a ella, suplicarle que se quedara, pero ella había sido inmisericorde en su decisión. Me había dejado allí, abandonado en mi propia locura.

Y ahora, con el delirium tremens haciendo estragos en mi mente y mi cuerpo, me preguntaba si alguna vez volvería a ser yo mismo. Si alguna vez volvería a experimentar el verdadero amor o si estaba destinado a esta condena eterna. Me sentía como un animal acorralado, perseguido por el mundo entero. Pero a pesar de todo, no podía dejar de pensar en ella. En sus ojos oscuros, su sonrisa, su risa, su cabello negro como el ébano. Aunque sabía que no volvería, seguía aferrándome a la ilusión de que algún día regresaría y todo volvería a ser como antes.

Pero sabía que nada volvería a ser como antes. Que ella había sido mi gran amor pero también mi perdición. Que nunca podría olvidarla, pero que tampoco podría volver a estar con ella. Y mientras me sumergía cada vez más en mi delirio, me di cuenta de que tal vez esto era lo que merecía. Que tal vez esta era mi penitencia por haberla perdido. Por no haber sabido amarla como debía. Por haberla dejado escapar.

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